martes, 28 de agosto de 2012

Huérfano por Gustavo J Di Maggio

El New Day zarpo del puerto de Nueva Orleans con sus bodegas repletas  de Tabasco. Destino final  la ciudad de San Francisco. El viaje duraría unas dos semanas de navegación por el Golfo de México para  luego cruzar  el canal de Panamá. Robert Heller un nieto e hijo de marinos estaba al mando de la embarcación de unas  cien toneladas.
Con él se embarcaba siempre su cocinero. Luis Ruiz un puertorriqueño que se había hecho cocinero de pura casualidad. Su dedicación y limpieza lo habían colocado en ese puesto y difícilmente Robert se embarcara en un viaje sin él.
A último momento Luis le pidió al Capitán Robert que le permitiera subir a una pasajera, una amiga que había conocido en un bar de la ciudad de New Orleáns, en esa calle emblemática dónde el carnaval se festejaba con mucho alcohol y las mujeres tenían  oportunidad de mostrar sus tetas desde los balcones.  Bourbon Street se vestía de fiesta por una semana dónde la gente perdía el control.   El  Mardi Grass de  Louisiana, se había caracterizado siempre como una fiesta  de locura colectiva. La amiga de Luis una morena llamada Helen vivía con pasión la fiesta del carnaval. Batía records de sexo con hombres desconocidos sin involucrarse en un solo beso. Tenía sus relaciones en tiempos breves para poder avanzar con el próximo. Los elegía sin un criterio determinado, al azar. De unos de estos encuentros quedó embarazada, sin saberlo, sin querer. El tiempo avanzó y a poco de estar para dar a luz encontró en un bar a Luis con quien entabló una amistad peculiar. Solían quedarse largas horas conversando hasta que se quedaban borrachos o sin plata y eran echados del bar. Nunca se habían acostado juntos, como el aclaraba no tenían sexo y tal vez nunca lo tendrían. Luis la invitó al viaje que haría en breve con el New Day. Lo hizo sin reparar que tal vez el parto se podría producir en el barco y sin haberlo consultado con el capitán, a quien las mujeres a bordo le molestaban. Decía que eran motivo de peleas, flojas y  poco aptas para el trabajo duro.
Luis estuvo varias horas tratando de convencer al capitán para que le permitiera subir a Helen. Tuvo que amenazarlo con no participar del viaje si no le permitía viajar con ella. Eso  le molestó, pero el  viaje  sería en un par de días y no habría tiempo para conseguir otro cocinero y con Luis estaba seguro y cómodo.
El barco zarpó con diez tripulantes a bordo, un cocinero, el capitán y Helen con su gran carga  de Tabasco hacia el puerto de San Francisco. A poco de navegar desde la popa se veían como esculturas deformes, las  viejas grúas de carga construidas hacía ya más de cien años.  Un poco más atrás el puente Oscar Wilde de hierro oscuro que cruzaba el río Mississippi. Los remolcadores desengancharon sus cabos y el práctico bajó del barco y dejó en manos de su capitán las instrucciones de marcha.
Robert Heller pidió le actualizaran  la información de la  meteorología que le esperaba en los próximos días y dio el rumbo y ritmo de marcha.
De no mediar novedades en cinco días estarían en la rada del canal de Panamá para recibir al práctico que se haría cargo del cruce por unas diez horas.
El capitán no comía con los tripulantes.  Luis  preparaba la misma comida para todos. El capitán Heller comía en el puente de mando  en soledad,  aprovechando que los demás tripulantes bajaban al comedor.
Helen tenía asignado un camarote para ella  y comería en él.
Los primeros días  sintió los mareos que provocaban el rolar del barco, luego vinieron los vómitos intermitentes y pocas ganas de comer. Luis le exigía que tomara agua para mantenerse hidratada. Su camarote un lugar pequeño, con una clara bolla cerrada herméticamente mirando a  estribor. Un baño con ducha, inodoro sin bidet.
Nada diferente a los dormitorios en los que solía dormir.
Al cuarto día de navegación lo que no debía suceder,  llegó, los trabajos de parto. Luis se asustó y no tuvo más remedio que hablar con el Capitán. Bob se quedó callado mirándolo fijamente a los ojos. El radio operador no dijo nada, subió el volumen del forecasting que daba vientos suaves y altas temperaturas provenientes del noroeste, habiéndose originado todo en los desiertos de la baja  california. Con probables lluvias para la noche. Que hacemos preguntaba Luis ?
A lo que el Capitán respondió que haces – es tu problema no el nuestro. Luis no sabía como ayudar, no tenía hijos, no había sido una decisión libre del Capitán, pero apelaba a un sentido de humanidad que no aparecía en ese momento por su parte. No sabía que harían los demás tripulantes.
El niño nació después de dos horas de trabajo de parto. Helen estaba dolorida, la habían ayudado como pudieron, como creyeron que era la mejor manera de ayudar en esos casos. El capitán no preguntó nada sobre el asunto, prefirió hacer como si no hubiese ocurrido nada en su barco, a pesar de que había nacido un niño moreno. No preguntó si ya tenía nombre, tampoco ofreció anotar el hecho en su bitácora.
Helen pidió subir al barco que trajo al práctico que acompañaría  en el cruce del canal, pero esto no fue autorizado, el seguro no cubría accidentes que ocurriesen con extraños. El capitán pidió que lo reconsideraran, que llamaran por radio a la base central para pedir autorización especial. Pero nada fue posible, esas eran las órdenes que se habían establecido. Fue el primer acto en el cual el Capitán Heller reconoció que tenía un niño recién nacido a bordo. Pero hablaba como si hubiera nacido en un sector del barco y en un momento en que él no estaba o no era parte, o tal vez no le pertenecían en jurisdicción.
En la primera exclusa le permitieron bajar a Helen con su pequeño niño. El canal como la ribera estaban bajo bandera americana, por lo tanto sería un ciudadano estadounidense. No tenía nombre en mente y tampoco había pensado quien habría sido el padre. No recordaba el día que podría  haber ocurrido y menos aún  con quien.
Bajó con la ayuda de Luis y de inmediato fue trasladada en una ambulancia hasta el Hospital militar  del canal. Le hicieron los chequeos de rutina y todo estaba bien. El niño mamaba sin problemas. Un administrativo del Hospital le preguntó por el nombre, a lo que ella respondió que todavía no había pensado en eso. Le dijo que era necesario inscribirlo para que tuviera la documentación en regla. Ella preguntó si eso era obligatorio y le contestaron que sí que estaba bajo jurisdicción americana y en consecuencia los niños que nacían debían ser inscriptos. Ella le dijo que había nacido en un barco, en el mar, en el golfo, que no entendía él por qué de tantas reglamentaciones.
Una enfermera morena le contó  que no saldría de ese lugar sin resolver el  nombre para el niño y su posterior inscripción.
El New Day seguía en su ruta hacia San Francisco, allí descargaría las cajas de Tabasco y volvería con vino de Napa hasta el puerto de Maiami. Desde allí no sabían cuál sería el nuevo destino.
Luis no volvió a ver al niño ni a su madre. Su madre lo anotó con el nombre de Luis, tal vez en su honor, en su memoria. No le dio su apellido, dijo que su padre se apellidaba Heller como el capitán del barco. Una mañana que le habían dado el alta para retirarse armó su pequeño bolso y se fue dejando al niño Luis Heller en el hospital. Nunca volvió a verlo ni a encontrarse con él.
Los médicos le dieron intervención a las autoridades del canal, ellos prefirieron hablar con las autoridades de Panamá, al parecer allí  las reglas  eran confusas.
Luis vivió un tiempo en una casa para niños huérfanos, hasta los doce años, luego se escapó y vivió en la ciudad vieja con un ladrón que lo hacía trabajar para él como campana. Después de un tiempo se independizó y a robar solo. Hoy está en la prisión colonial de Panamá, dejo paralitico de un tiro en la espalda a un abogado Panameño. Todavía no tiene sentencia y el abogado que le han designado no ha venido a verlo. Tal vez pase más tiempo en la cárcel por el trámite del juicio que por los años de condena.


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